En la curva
sinuosa, un susurro,
el camino de Agones a Escoredo,
donde el bosque abraza el valle,
y la paz se asienta en el aire.
Una curva
más, pero distinta,
pintada de recuerdos, ecos lejanos.
Allí, el conductor encuentra alivio,
mientras el peso del pasado se detiene.
Silencio cómplice de la carretera,
testigo mudo de historias olvidadas,
donde el viento lleva susurros,
y los muertos reposan en la penumbra.
"Por
aquí andan enterrados",
una voz que se pierde entre sombras,
y el silencio se hace más denso,
como la niebla que envuelve el alma.
Hijo y
sobrino, caminantes del tiempo,
sus pasos marcan el compás del luto,
y en cada cruce, en cada lágrima,
el eco del dolor se hace presente.
Ayer, en la
lápida,
las emociones brotaron,
lágrimas de años de silencio,
cuerpos que aún llevan el peso de la ausencia.
La foto
borrosa, un destello,
el destino riendo ante el recuerdo,
pero el silencio grita en el alma,
y las heridas, aunque abiertas,
buscan una forma de cerrar.
En la curva
del silencio,
el pasado y el presente se encuentran,
y el bosque, eterno guardián,
abraza las historias que aún laten.