En la calma
de su andar, tal como vivió
con
delicadeza se fue,
tranquilo en
su ser, sosegado,
un padre, esposo, amigo del alma.
Maestro de
vida, elegante en su ser,
su risa, un canto, su humor, su ironía,
lo pesado en ligero convertía,
con su charla, el tiempo se volvía sincero.
De su rostro
amable tomé gestos,
comprensión y ternura, en él hallé,
la sencillez en su esencia,
naturalidad sin retorno.
Conversaciones
profundas, risas a raudales,
en el sillón, recuerdos , algún chisme,
con tijeras y peine, su mano delicada,
cada corte de pelo, una historia entrelaza.
Momentos
compartidos, dulces y sinceros,
con Arturo, lo irrepetible certificaba el recuerdo,
y en las noches calladas, su ausencia resuena,
sueños de reencuentro, donde el alma descansa.
En algún
rincón, volveré a hallarlo,
a disfrutar su risa, a abrazarlo,
pues en la memoria, su esencia permanece,
un amor que trasciende, una vida que asegura.