viernes, 22 de mayo de 2020

EN TIEMPOS DE PANDEMIA

Pues, ya ves querido Thor, que en los últimos tiempos de confinamiento y pandemia lo llevo crudo con tus congéneres . Pero en esta ocasión no ha sido el perro el que me ha agredido sino que al punto estuve de sufrir un ataque, esta vez no preventivo , de su dueño, un humano, algo terrible. Mal lo habría pasado de no tomar las de Villadiego evitando la confrontación directa pues el madrugador y taimado confinado aviesas intenciones traía de darme dos hostias que a fuer de ser sincero tendría consecuencias indeseables ya no por devolvérselas como sin duda merecía  sino por que mi cuerpo serrano no aceptaría la contienda física sin ocasionarme penosos quebrantos. Asi de grande era el ciudadano asi de enormes sus ciclópeos brazos de labrador pluriempleado. Mas si tantas ganas tienes de saber como paso y de que brevemente haga una narración de lo sucedido , aunque el animo me horroriza al recordarlo, te lo contaré.(¡/cielos!,  creo que así comienza la Eneida de Virgilio). Sucedió que de camino a Ribadesella tomé el primer atajo que atravesando la pedanía de Caravia de Abajo recobra de nuevo la N-634 en Caravia, esta vez de Arriba.  En una de sus empinadas calles se cruzo en mi camino un hombre acompañado de un pastor alemán que probablemente sin malas intenciones se dirigió hacia mi para  olisquear algún efluvio perruno que desprendía la bicicleta. Como fuera que no habían pasado apenas seis dias desde que la perrita de Arístides clavo sus dientes en mi pantorrilla, supliqué con educación a su dueño que hiciese el favor de ´controlar al atrevido can,, pues bien me temía que sus intenciones coincidiesen con las de la mencionada perra y me arrease otro mordisco. El hombrón aquel, clavandome su mirada entre furiosa y agotada supongo de estar confinado en casa, con voz de agente de tráfico enfurecido me gritó: -…CIRCULE- Atemorizado me apresuré a seguir sus instrucciones así que comencé a “circular” mientras que el ciudadano con su aliento en mi nuca me seguía gritando con más intensidad frases amenazadoras, “era lo que me faltaba que estos pijos domingueros de Oviedo vengan a la puerta de mi casa a darme órdenes. -CIRCULE, y mucho cuidado que ya me tienen hasta los coj….. A veces la sangre hierve a los más tranquilos. Cometí el error de echar gasolina a la hoguera y repliqué en tono amenazador . –Tenga cuidado no vaya a ser que le denuncie por llevar a la mascota suelta y sin bozal.- -¿COMOOOO?- Retrocedió unos pasos e introdujo al animal en su casa y cuando ya pensé que el asunto estaba zanjado, el individuo arreció de nuevo contra mi y esta vez con más furia  ,escupiendo improperios y apretando los puños con tal ímpetu que a machas forzadas, transitando de la prudencia al pánico,  puse tierra de por medio. Cuando me aleje los suficientes metros, quizás kilómetros, sintiéndome seguro,  tomé resuello a la sombra de un castaño y recapitulé: no todos los perros muerden ni todos los hombres agreden. Pero en ocasiones salta la excepción, aunque, jolines, ¿tenían que tocarme a mi los dos??

sábado, 16 de mayo de 2020

ATAQUE PREVENTIVO

A ti te lo puedo contar, fiel Thor, hoy me ha mordido un perro. No, tranquilo, no gruñas, la sangre no ha llegado al arroyo. Tan solo una leve marca del incisivo canino en mi pantorrilla derecha que al llevar pantalón largo apenas me hizo correr un leve hilillo de sangre. Por lo demás la sorpresa que no el susto de que a mis años y a pesar de mis buenas relaciones con los descendientes de los lobos, la perra collie de Arístides se halla atrevido a perderme el respeto de esa manera. Supongo que el azar hizo que siguiésemos el mismo camino por donde apenas había espacio para cruzarse dos asnos y sus respectivos dueños así que la perrita, pensó, con buen sentido patrimonial que aquel era su sendero y aquel su territorio y yo no era más que un sobreviviente de la pandemia que buscaba en la aldea en proceso de extinción por abandono el espacio inútil a donde el virus no le merecía la pena llegar. Regresé a a casa por el sendero que serpentea a través del bosque no sin antes advertir a mi amigo, el humano, que no fuese inhumano con el animal. Ellos tienen sus cosas, sus miedos, sus desconfianzas a lo extraño. Quizás, quien sabe, al verme sin mascarilla y acercándome peligrosamente a su distancia social de seguridad podría considerarme un peligro de contagio para su amo y dispuso un ataque preventivo. Reacción noble que no merece castigo, Arístides. Al llegar a casa, escondido en un rincón del excusado para evitar excesivas alarmas de celadora, lavé la herida con agua y desinfectante. No pasa nada.

domingo, 3 de mayo de 2020

PRIMER DIA DE DESESCALADA



En estos días de retorno a la Naturaleza, las ganas de salir eran tan abundantes que mi bicicleta debió de sentir satisfechos sus eléctricos instintos de  pedalear. Dio para bastante la jornada del desconfinamiento; algunas ventajas se nos regalan a los de más edad, (queda feo eso de los mas viejo)s, y como veremos más adelante no solo gozamos de mayor permisividad en el horario sino de otras cosas más de las que os hablaré Una mañana milagrosa; salió de nuevo el sol, resplandeciente y brillante, detrás de las primeras estribaciones del Sueve. Una ola de alegría me invadió al verlo aparecer tras los picachos de levante.A lomos de mi Trotona II me lancé a los caminos con una alegria tan grande que no me cabía en la mochila. Volvi a recorrer parajes que había perdido en la indolencia de los años y muy pronto unas gotas olvidadas de sudor comenzaron a recorrer mi frente con las primeros pedaladas, El resto lo deje en manos de la electroquímica y los acumuladores. Asi sin gran esfuerzo afronté la dura pendiente de la Mesnada donde en ausencia de los Montero salude a los caballos y a las vacas que enseñaban a pastar a sus terneros. Pilarica no se había despertado aun, como asi lo atestiguaba la saca del pan que vacía colgaba obre el pomo de la puerta a la espera del madrugador panadero, casi siempre gordo y bigotudo. Cruce la pedanía de Loroñe y encaré las primeras cuestas del mítico Fito cuya cima había hecho objetivo principal de esta mi primera salida. Escuche a las cornejas con sus agrios graznidos, a las tórtolas y a las alondras canturrear las mañanitas y también sentí el tocoto-tocotó del picapinos repetido secuencialmente y acompasado por las esquilas de alguna caballo aprendiz de asturcón. Agradecido e imbuido de tan sonora sinfonia reinicie el ascenso hasta que un letrero que señalaba el límite de mi concejo y de paso me advertía que el siguiente ya no era mi territorio y como estaba prohibido atravesar la invisible línea de la pandemia, tuve que regresar: demasiado pronto para el escaso desgaste físico, demasiado tarde para mi rodilla que empezaba a dar señales de alarma. Pero me sentía contento, tan cotento que no paraba de cantar y de este modo apenas pude escuchar al hombre que me recriminaba amenazando con avisar a la Guardia civil. Solo le dirigí la mirada agradecida por haberme confundido con una apuesto muchacho que con insultante juventud saltaba a la torera las normas de desescalada. Desconcertado por mi inopinada reacción arreo a su mula y continuó su camino pensando en el palo largo y la mano dura que emplearía si fuese gobierno.. Asi en estas, en subidas y bajadas en largas rectas de asfalto recalentado por el incipiente sol de verano regresé a La isla dando por finalizado el primer dia del desconfinamiento



EL FASTUOSO RUIDO ENSORDECEDOR DE LA MUERTE

  Conocí a Radi en la embajada de Jordania en Madrid. Era un beduino alto y fornido que inspiraba confianza con su rostro siempre sonriente ...