Nuestras miradas se perdieron en el Indico esmeralda.
Sentados en la arena, su brazo rodeaba mis escuálidos hombros rociándome con
sudor paternal ; arduo trabajo de hincar el arado para arrancar unos miserable
chelines a la yerma tierra del cuerno africano. Respiraba satisfecho. El enorme
jurel que aun aleteaba sobre la arena lo vendería en el zoco de Mogadiscio por
ochenta dólares . Con ellos podría
comprar leche, medicamentos y quizás algunas golosinas para sus cinco hermanos.
Hacía algunas semanas que la extensa playa estaba algo más limpia. Acres y
acres de arena blanca aun salpicada de algún pez muerto. No hacía mucho que cubrían casi por completo el arenal. En el
mar alguna barca de pescadores, pero ni
rastro de los gigantescos buques factoría. Encajado entra las rocas un bidón
impregnado de petróleo y algas podridas apenas dejaban atisbar el dibujo negro de un
par de tibias y unas letras que se me antojaban en inglés, no lo sé con
certeza, jamás había pisado la escuela y
ahora ya es tarde, no puedo perder el tiempo, debo de ayudar a la familia y
aprovechar la dura temporada de pesca que se avecina. – Dime, padre, ¿ya habeís
elegido nombre para el bebé? – Si hijo- me respondió con una blanca sonrisa
enmarcada por la oscuridad de su tez mientras nos dirigíamos a casa- claro,claro, JACK SPARROW.
sábado, 18 de enero de 2020
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