viernes, 29 de octubre de 2021

 
Los últimos retazos de este benigno y veraniego otoño, me niego a llamarlo veroño me suena a palabrota digna de un pareado con rima un tanto grosera. Digo que los últimos estertores (tampoco me suena nada bien la palabreja, huele a moribundo)…. Bueno, enfín, que este antepenúltimo dia de Octubre en que finaliza el buen tiempo, según los metereorologos de la TPA, ha dado para mucho. Por la mañana seguí la senda que circula a orilla de la ria de Villlaviciosa y sin recurrir a sofisticadas estratagemas, caminando a paso ligero pero silencioso, deteniéndome de vez en cuando utilizando improvisados hides tuve la oportunidad de fotografiar alguna garceta y algun que otro limícola. Un grupo de escolares, aprendices de ornitólogos, anotaban en sus cuadernos de campo las explicaciones del monitor. Y si, si, escribiendo y dibujando en libretas; nada de móviles, nada de tablets , no todo está perdido, afortunadamente los métodos educativos funcionan, existen niños con inquietudes, niños que preguntan y profes que saben hacer de la buena pedagogía la profesión más importante de esta vida. Y si la mañana fue emocionante, la tarde no se quedó atrás en emociones. Fue el turno de la bicicleta y seguí el guión de siempre, establecer una ruta que satisfaga los objetivos para los cuales decidí que este artefacto fuese la manera más adecuada para conseguirlos. Porque unos utilizan la bici para uso exclusivo deportivo, los hay que pedalean para ponerse en forma, otros para simplemente pasear. Yo he procurado simbiotizar los tres usos y además darle un cuarto elemento utilitario que quizás sea el más importante para mí: acercarme lo más posible a la naturaleza, acceder a lugares con facilidad y sobre todo sorprender a los animales del bosque y poder contemplarlos de cerca sin ser espantados por el impacto de las pisadas más `perceptible a sus oídos. Pero, a un lado las disertaciones, me vi sorprendido por una manada de vacas holandesas que circulaban por un camino vecinal. Eran 26 y ocupaban todo el ancho del vial por lo que tuve que detenerme para que pudieran sobrepasarme sin sobresaltarlas. Una de ellas se me acerco curiosa y casi lamio el manillar de mi trotona. ¡hiaaa, Primavera! Grito una moza que vara en ristre guiaba la comitiva, una joven sobreviviente al éxodo rural que me aseguró que podía llamar a las veintiseis vacas de su ganadería por su nombre. Asombrado le pregunté si le gustaba ser ganadera. –“Es lo que hay”- y se fue tras las vacas que ya le había sacado un buen trecho. Yo me quede maravillado en aquel -camino rural asfaltado y con olor a boñiga mientras el sonido de los móviles, de las tablets y de los ordenadores portátiles salía de las perfectas y armonizadas con el paisaje mansiones habitadas por los que, sin saberlo, vuelven a repoblar la España vaciada pero de otro contenido menos romántico y bucólico. Y el dia ya no dio para más.

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