Estás oliendo hierba, flores,
ladras y nadie te escucha ahora,
ya en este mundo.
Me miras con tus pardos iris,
esos son tus ojos.
Con otros ladridos me contarás
más cosas de las que jamás supe
ni imaginé que tú conocías,
cuando intuías mi silencio.
Así que te recuerdo, y de este modo
siempre te esperaré en la puerta,
como tú me esperabas,
imaginando que las arenas son blancas,
que la espuma de las olas ruge
donde el mar refleja el cielo.