miércoles, 2 de enero de 2013
lunes, 31 de diciembre de 2012
lunes, 24 de diciembre de 2012
viernes, 14 de diciembre de 2012
lunes, 10 de diciembre de 2012
sábado, 1 de diciembre de 2012
rum rum
Me dirigió una mirada cansada pero de alivio y pudo entender en ella una invitacilon tácita para adentrarme en la solitaria playa de mediados de setiembre. Corrimos los dos acariciados por la fina brisa de un verano agonizante. Era bajamar y por el amplio arenal daba el último paseo un rezagado veraneante. A lo lejos, en el pedrero, se recortaban las siluetas de dos pescadores que poco a poco se iban diluyendo entre la cada vez más densa niebla que emergía del mar. A mitad de la playa mi amigo se detuvo y se sentó en la arena. Yo me coloqué a su lado. Comenzó a darme razonamientos del porque no debíamos de llegar hasta la orilla del mar y del por que ni siquiera debíamos de haber llegado hasta el sitio donde estábamos sentados. Lo empecé a entender cuando dos agujas colipintas volaron en dirección a las olas emitiendo estrepitosos pitidos de sobresalto. -Son aves migratorias.- Han venido desde Laponia para evitar los fríos del invierno y se dirigen a Mauritania Se han detenido aquí y reponen fuerzas para reanudar el vuelo. Lo más probable es que si durante el tiempo que permanecen con nosotros las hacemos volar , asustadas por nuestra presencia, las estaremos obligando a consumir unas fuerzas de las que no estarán sobradas para el largo viaje que les espera. En consecuencia muchas de ellas no podrán llegar a su destino y esto hará que el próximo año se piensen muy bien el hacer escala en nuestra playa. Me quedé bastante asombrado de la sabiduría de mi amigo en lo referente a las aves. Agujas colipintas y al vuelo, Vaya control. –Bueno, lo de agujas colipintas es por decir algo, podían muy bien tratarse de cigüeñuelas; pero todo lo demás es tan cierto como que te estoy hablando. Mi amigo Rafael Guardiola que es entendido en la materia me lo ha explicado y te aseguro que de pájaros sabe un rato largo.- Así pues, convenimos que en días sucesivos restringiríamos el recorrido de nuestros paseos matutinos evitando transitar por donde estas limícolas se alimentan. Regresamos a casa bajo un cielo de panza de burro que presagiaba una tormenta de la que la fina lluvia era un avance. Por el paseo, ya fuera del arenal, caminábamos con paso ligero sorteando algún que otro excremento canino ya reseco por el paso del tiempo y aspirando efluvios de orines que manchaban las esquinas de las aceras. Agosto quedaba atrás y los sevicios de limpieza habían dado por finalizada su labor diaria. No quedaban usuarios a los que dejarles el aspecto de las calles presentable. Los mismos a los que les ponía indiferentes que sus mascotas se aliviaran en la vía pública. Los mismos que algunos minutos más tarde denunciaban a los vigilantes de la playa que algún animalito de estos hiciese pipi al lado del niño que jugaba rebozado en arena. -Que quieres, amigo, las ordenanzas son las ordenanzas y están para que el ciudadano las cumpla y el resto haga lo propio.- Unos ojos asustados nos miraron. Era una mirada atónita del que se cree que alguien ha cometido un descuido lamentable. Una confusión, una confusión. No podía ser que aquella familia que le había acogido feliz en las pasadas navidades como premio a su parcial éxito académico al cabo de ocho meses la abandonase en la ayer concurrida y paradisiaca playa, hoy solitaria y amenazadora.- Es que la ciudad es incómoda y su ritmo frenético no nos permite perder unos minutos en pasearla por el parquecito de la urbanización. La niña, ya sabes, tiene que coger el autobús del colegio. La olvidará… - La perrita, pobre animal, no se olvidará hasta que el hambre, el frío y la angustia acaben con sus huesos entre los cartones de las basuras sin recoger. A lo mejor tiene suerte y alguien, con el corazón más blando, la lleva a su casa. Algún colega me ha comentado el insoportable sufrimiento que tiene que soportar un perro cuando pierde a su amo.
Al regresar a casa en alguna página de internet leía la noticia “En la madrugada de ayer se produjo el atropello de un corzo en la recta de la Rasa de Luces. El vehículo sufrió serios desperfectos. Esta zona perteneciente al coto Carrandi-Selorio es frecuentemente atravesada por corzos, jabalís, zorros y otros animales salvajes con el consiguiente peligro para los conductores. El corzo fue impulsado por el impacto y se desplomo sin vida sobre la cuneta contraria.” Pobre animal pensé – Oye y por qué nuestras autoridades no establecen en estas zonas medidas de protección que eviten daños a los corzos, jabalís, zorros ect. …. ¿Porqué no castigan con leyes severas el abandono de mascotas, porque no nos dejan jugar en la playa en verano y sin embargo permiten que ensuciemos nuestras calles, porque no espantamos a la aguja colipinta, porque, porque, porque ….…… -Vale Rumrum, déjalo ya, los perros no preguntan (y creo que tampoco hablan)-
La tormenta había comenzado y el perro se acurrucó debajo de la mesa camilla para no oir el insoportable estruendo de los truenos.
miércoles, 28 de noviembre de 2012
LLegan las lluvias
Hace cinco años que me jubilé. Hace cinco años que se ha abierto ante mi un espacio amable y asequible. Una ilusión, otro modo de vida. Hace cinco años que he dejado de ser un animal de ciudad para convertirme en un aldeano de pueblo. Hace cinco años que mi rostro permanece moreno por el sol los doce meses del año. Al principio echaba de menos muchas cosas, sufría las evidentes carencias del mundo rural, esas pequeñas cosas a las que no damos importancia en la ciudad, por tenerlas al alcance de los dedos, como un médico, un cine, el supermercado o darle a un botón y calentar la casa. Es cuestión de planteamientos, organización y una forma distinta de ver las cosas, renunciando a todo lo que en definitiva resulta superfluo, desaprendiendo ciertas cosas y asegurando que, en realidad, no se necesita tanto para vivir. Aunque si necesitas la bombona de butano, la leña para la chimenea o la compra del super, tienes la villa a poco más de media hora caminando, diez minutos en bici y la ciudad a una hora escasa de automóvil. Aquí en La Isla mi perro retoza libremente por el campo mientras yo disfruto un fuego amable en el hogar viendo morir las tardes de otoño en compañía de mi esposa y de mis hijos, sobrinos y amigos que de cuando en vez nos visitan.
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