domingo, 20 de abril de 2014

EL GELIDO PARAISO PERDIDO

Rafaelito nos hizo una señal desde detrás del gigantesco cortinón rojo púrpura que dividia la gran sala del hotel Pribaltyskaya donde celebrábamos la cena de la convención. Estábamos allí como los más aventajados vendedores de ilusiones financieras de la corporación de leasing. No debíamos de ser los más listos, para ser un buen comercial no es muy necesaria la inteligencia , si la astucia y así nos lo habrían hecho creer y por la  misma razón recompensar con aquel viaje a la Unión Soviética. Los hechos que relato no avalan precisamente estas atribuidas cualidades  como podréis comprobar al finalizar este relato pero la por aquel entonces decadente Venecia del Norte, hoy San Petesburgo,  nos la habían rendido a nuestros piés con armas y bagajes.Ya habíamos ascendido las sucias escalinatas del Palacio de Invierno jalonadas en cada descanso por vetustas matrioskas sentadas en sillas de madera plegable de las que rebosaban sus espesas carnes vigilantes de nuestros movimientos con la indeferencia que concede a los que ya  están resignados con la pérdida del paraiso. También habíamos homenajeado al octubre rojo a bordo del acorazado Aurora amarrado en la márgen izquierdo del Neva. Cruzamos al otro lado del rio, por el puente levadizo que da acceso a la majestuosa fortaleza de Pedro y Pablo en la isla Zayachy y vimos, frente al Almirantazgo, como una pareja de recién casados depositaba las flores de su amor al pie de la estatua ecuestre de Pedro el Grande. Todos aquellos desfiles , nombres de las calles, áulicas estaciones de suburbano, iglesias sin dios, mezquitas sin rezos, monumentos que habían sido construidos para existir siempre pero que ya empezaban a dejar de existir, todo ello lo estábamos viviendo en días heladores e intensos. Rafaelito, si, era de Valparaiso y había llegado a la Union Soviética en el 78 huyendo del inicuo Pinochet. Era un genuino representante de la economía sumergida que en la escombrera de la Perestroika sustentaba todavía la devaluada vanguardia de la clase obrera. Lo mismo te ofrecía un paseo en barcaza por el helado Neva que un ushaka con la estrella roja de un soldado soviético semi-desertor. No tardó en surgir entre nosotros el líder jamesbondiano que con disimulo y estudiado ademán autoritario nos indico que siguiésemos los pasos del, hasta aquel momento, simpático chileno. Atravesamos un salón, un largo pasillo, otro gran salón, por fin un pasillo algo más corto; subimos en el ascensor al piso 19; otra vez pasillo, salón y pasillo, ventanas, columnas y más pasillos hasta encontrarnos los cinco frente a la puerta 1923. Dichosa pretendida implantación de la utopía que el paraíso del proletariado nos mostraba en todas sus formas del arte. Nuestro cicerone latino nos dijo que tuviéramos la amabilidad de esperar mientras rebuscaba entre un lío de llaves en el fondo de una repujada bolsa que portaba en bandolera. Abrió por fin la puerta y ya en el interior de la habitación agregó con ridícula retórica: -lo que vais a ver no existe para ustedes si en algo apreciais mi existir- En la gruesa penumbra nuestro “Bond, James Bond” comentó atónito ante la visión de montones de cajas apiladas que contenían, según aseguraba el reasilado, decenas, cientos, miles  de botes verdes,(¿verdes, pero no eran rojos?): formidable, si, formidable, vamos a ello y no se hable más - Y sacando la lista del bolsillo de su chaqueta inició el reparto del ansiado manjar de los ríos siberianos que habíamos estraperlado la tarde anterior. El que más arrampló con dos cajas.Cada caja debía de contener 40 botes. Yo no recuerdo bien si fue por impotencia o dejadez o por duda presuntamente inteligente, que solo me quedé con algunos, no más de los que podían rellenar los bolsillos de mi gabán. Por las calles que Raskolnikov deambuló en su atormentado remordimiento regresé en solitario al Hotel.
Los otros me habían precedido, no esperaron a que finalizrá la parada militar en la avenida Nesky. Se me había hecho tarde y era difícil a aquellas horas encontrar algúno de aquellos  destartalados taxis marca Niva . Más tarde logré parar un colectivo en el que ya no cabía una alfiler y me subí a él. Fuimos aliviando las apreturas a medida que ibamos depositando por todos los rincones de la ciudad de hielo hombres, mujeres y niños que aun conservaban en sus pupilas el brillo patriótico del desfile del ejercito rojo . Por fin me quedé solo con el chófer cosaco que trató de vacilarme con arriesgados derrapes en el hielo por las solitarias calles de Leningrado mientras recitaba en voz alta con maneras de histrión algo asi como: - Espanian, Francoooo, j aja ja, que vivffaa Espanian- Visible mi enfado y creo que amedrentado por mi amenazante gesticulación de que llamaría a la policía, me dejó en la gran escalinata de granito verde que daba acceso al gran Hotel Pribaltyskaya, El taxista se alejó por el Bolshoy Prospekt diluyendose sus cánticos en el Helado Báltico Muchos años después (me permito parafrasear a García Márquez en el día que he conocido su muerte), ya jubilados y frente a unas botellas de cerveza recordaba con algunos de aquellos compañeros aquellos días remotos en que Rafaelito nos vendió latas de comida para perros por latas de chatka o cangrejo ruso. En resumidas cuentas,  aquel héroe de la resistencia chilena, exiliado político en la URSS de Gorbachov, nos la había dado con queso. Más no quedaría ahí la cosa. En otra ocasión , desembarazado de la página en blanco, seguiré contando algunas  peripecias más del pícaro Rafaelito.


Catedral de San Pedro y San Pablo


lunes, 14 de abril de 2014

POR EL DESIERTO

Sentado en un sombrío rincón de la kashba acaricio el lomo del gato de angora que ha invadido mi regazo. Algunas veces los recuerdos se agolpan como caballos desbocados y en el intento de organizar el tropel se entremezcla la ficción de lo leído con la virtualidad de lo vivido. En esta confusión fluye lo cierto y lo incierto pero debo de continuar a riesgo de no coincidir con la verdad aunque si ser fiel a la veracidad. Taghir es uno de los lugares mas bellos que he encontrado. Veinte casas de barro amarillo al pié del gran erg se muestran como un derruido nido de recuerdos. Coronando este remanso de paz y frescor se alza imponente la duna anaranjada perfilando sus curvadas formas entre el cielo y la tierra. La arena suave y fresca acaricia mis piés aun ardientes tras la pelea con la tormenta que había hecho todo lo posible por impedirme llegar a la fortaleza. Finalmente las siluetas borrosas de los postes del teléfono orientaron mi bicicleta a través de la pequeña tira de asfalto que aun quedaba visible y practicable. Cuando regreso a bordo del todo terreno al lugar donde había dejado a mis compañeros tomo por fin aire y los abrazo uno a uno con alivio y emoción después de liberarlos de la arena que medio les tenía enterrados.
        Hace ya muchos años que elegí Marruecos para este viaje de vacaciones. No hubo ninguna queja, ni siquiera el menor reproche por parte de mi familia. Por otra parte soy dueño de mi estomago y de mi cabeza, ambas compartimos casi exclusivamente el hambre y la aventura que en aquellos años me sentía con capacidad de emprender. Seguro que en aquel entonces el destino andaba de buen humor y así me encontré con aquella mujer de una tarde, una de esas felicidades compañeras que se dan pocas veces en la vida. Decía que su mayor felicidad consistía en lograr que la dejaran sola y su mayor desdicha que le impusieran la soledad, Precioso discurso de un despacho que el tiempo hizo callar como la arena había hecho desaparecer casi por completo la carretera. La pereza y los días han ido borrando las frases de aquella mujer de una tarde. Yo apenas me había dado de cuenta; en cuclillas sobre la alfombra sigo acariciando al felino y Alvarina en voz baja pero perceptible susurra: – quien fuese gato- . Me lo reprocharon mis compañeros de viaje al día siguiente que alucinados por la yerba descansaban a su lado, Siempre se me enredan los recuerdos, o diría mejor, cuándo y en que días sucedieron las cosas que quiero o intento recordar. Así fue como un viernes de setiembre desoyendo la opinión de algunos amigos y el consejo de no pocos familiares cargamos cuatro alforjas de alimentos energeticos, bebidas isotónicas, la ropa imprescindible y los repuestos más básicos. Todavía me pregunto porque el Sahara, al desierto y no otro lugar. No hay respuesta. Por lo tanto creo que algo mágico había sido el móvil de esta atracción. A partir de Zagora, la puerta del desierto, el punto de partida de las caravanas que viajan de Huarzazate a Malí empiezo a comprender.Me resulta muy difícil resisitir el poder de esta atracción. En el crepúsculo el sol se se ha puesto rojo y lleva tanto tiempo el color que me parece una amenaza. Debemos  descansar pues nos quedan aun muchos días de duro y ardiente camino.

jueves, 10 de abril de 2014

LUIS ALVAREZ, COMPAÑERO DEL ALMA

He llegado a esa edad en la que reviven en nuestra memoria con más frecuencia los sucesos más lejanos y sin embargo con desesperación pones patas arriba la habitación buscando el cargador del móvil que ayer mismo utilizaste. Recuerdas la primera vez que fuiste a Ranón para ver despegar un avión , el nombre de la catequista de la que estuviste enamorado, las marcas de motocicletas y de coches de la época, el número de taxis que había en la parada de tu pueblo y las variedades de helado de cucuruchu que ofrecía el carrito del parque por menos de un duro; te acuerdas del nombre de la mujer que nos llevaba la leche recién ordeñada y del momento mágico y solemne en el que mi padre depositó la primera olla a presión en la meseta de mármol de la cocina de casa ; te viene a la memoria sin dificultad el apodo del municipal regordete de casco blanco que organizaba ridículos atascos cuando se juntaban más de tres automóviles en la rotonda y recitas de carretilla la alineación del Real Madrid en la final de la primera copa de Europa. Todas estas evocaciones se agolpan y retroalimentan mis conversaciones las cuales, en no pocas ocasiones, por reiterativas, aburren y hacen huir a la peña. Otras muchas las revives en tus pensamientos debatiéndote entre la alegría o la pena por la pérdida de aquellas y aquellos que tanto te quisieron y de los que, en muchos ocasiones desgraciadamente no aprovechaste su querer. En algún caso aparece de repente el amigo del alma del que hace años has perdido la pista de su alma. Aquel que ponía en cuestión nuestra visión del mundo explicándonos, entre aisento y asiento contable, porque los indios siempre eran los malos de la película o descubriéndonos el racismo que rezumaban las novelas de Tarzán. Aquel maestro superviviente milagroso de la Institución libre de enseñanza que te decía que el mundo era o. mejor dicho, debería de ser de otra manera. Ese compañero que, refugiado en la utopía, vivió y vivirá siempre en el recuerdo de tantos y tantos que fuimos desgajando durante nuestra vida jirones de su piel de su lección de vida, de su compromiso ante la sociedad y de su entrega desinteresada al necesitado, al perseguido y también al que le perseguía. Ayer lo contacté a través de facebook. Contemplé su fotografía; cumplía ochenta y muchos tacos. No ha perdido su mirada entre melancólica y burlona, pétana hasta la médula y destilando la bondad que siempre nos sirvió y nos seguirá sirviendo de brújula cuando nos encontramos perdidos. Tal como expuso su deseo en el prólogo de su libro “Historias por debajo de la Historia” (Fundación Barreiro) lo mantengo vivo en el recuerdo de la misma manera que muchos otros que fuimos los hijos que nunca tuvo. Yo espero que siga teniendo aquella Fé que le guió siempre, aquella que le “abandonó por un día” a la puerta del quirófano del Hospital de Aviles cuando asiendo con fuerza mi mano me miró con dulzura y me dijo –Javier, en este momento ya no creo en nada-. Luego, más tarde cuando ya estaba repuesto, en la salita de su casa, en aquella habitación de paredes pintadas con libros, nos reimos mucho recordando sus vacilaciones teológicas. Incómodo en su Iglesia pero inquebrantable en la incomodidad de su Fé. Desde hace años , creo que fue el año 1998 o 99, no lo recuerdo muy bien, en que me regaló el libro que ya he mencionado permanece en la cabecera de mi cama y casi diariamente acudo a su lectura intentando cargar mis pilas del compromiso social, de la solidaridad , de la participación que en aquella época seguramente no fue lo suficientemente generosa por mi parte. Pues bien, como yo últimamente ando nadando en los mares de la melancolía, ¡qué síntoma tan tremendo de senectud!, y como supongo que su sentido de la Transcendencia se habrá acrecentado, y considerando que es infinitamente más sabio que yo y que por lo tanto tienen más consistencia su credo que mi excepticísmo, pues eso, que en ese otro mundo de sus creencias nos esperemos para nuevamente reirnos primero de nosotros mismos, y después de Toni, de Dacio, de José Luis….. o de algún otro entrañable compañero de aquellos tiempos pravianos.

JORNADA DE PESCA SOLIDARIA




El pasado sábado 5 de abril a primera hora de la mañana se hicieron a la mar más de treinta embarcaciones para participar en la Jornada de Pesca Solidaria organizada por la Asamblea Local de la Cruz Roja de Lastres y el club Náutico Bahía de este puerto LLastrín. Las buenas condiciones meteorológicas y el inmejorable estado de la mar contribuyeron al éxito de este evento de carácter benéfico cuya finalidad fue la de proveer de alimentos a las familias más necesitadas de los concejos de Colunga y Caravia. Se capturaron más de 300 kilos de pescado, principalmente caballa. No se cumplieron del todo las expectativas que la buena costera de este pescado nos hacían presagias .Quizás en ello habrá tenido algo que ver la existencia en aguas de la bahía de alguna bandada de calderones, cetáceos estos que incluyen este pescado en su dieta alimentaria. Durante cinco horas, desde las ocho de la madrugada hasta el mediodía, las aguas del Cantábrico, desde el faro de Lastres hasta la playa de Vega, se poblaron de embarcaciones, ofreciendo un espectaculo insólito que se pudo contemplar desde las costas de estos dos concejos. La casi totalidad de los socios de nuestro club se volcó en la tarea humanitaria, unos pescando otros colaborando en tareas logísticas con los voluntarios de la Cruz Roja. En este caso el espíritu solidario prevaleció sobre la ambición deportiva de los participantes. En lo locales de la Cofradía de Pescadores se almacenó y empaquetó todo el pescado para posteriormente ser distribuido. La presidenta de la Cruz Roja de Asturias, Celia Fernández destaco la importancia de estas iniciativas y el coordinador de esta ONG de Lastres, José Folledo y nuestro presidente Carlos García celebraron la buena acogida de la iniciativa animando a eventos de esta naturaleza que puedan a su vez servir de ejemplo en otros lugares. Que la pesca deportiva sea una hermosa excusa para una buena causa, para echar una mano y reafirmar los buenos valores de este deporte . Finalmente se sirvió un generoso refrigerio por gentileza de los Restaurantes “La Rula”, Bar del Puerto y la distribuidora colunguesa Astursancar.

EL FASTUOSO RUIDO ENSORDECEDOR DE LA MUERTE

  Conocí a Radi en la embajada de Jordania en Madrid. Era un beduino alto y fornido que inspiraba confianza con su rostro siempre sonriente ...