lunes, 1 de octubre de 2018

por terras galegas


En el mismo día pasaba de la distopia de un rey corrupto ya decrépito que aguardaba sentado en su Bribón Movistar rodeado de una corte de servidumbre voluntaria una , otra bien pagada por todos nosotros de escoltas y mozos de cámara, el comienzo de una regata preparada con su real nombre para conseguir su propio trofeo cual si fuese salmón aferrado al anzuelo del caudillo por submarinistas de otra corte y de otros tiempos no tan lejanos. Por el medio una plácida travesía por aguas de la hermosa ría de Pontevedra para visitar la isla de Oms donde el Centro de Interpretación me explicaba con profusión de datos, fotografías , tripticos y dípticos la utopia de una sociedad que habitaba esta isla paradisiaca en verano , inhóspita en invierno. Gente que aferrada a su pequeña tierra y a su modo de vivir cultivaba sus huertas, atendía a su ganado, pescaba, rezaba a la Santa compaña se solazaba en sus fiestas y estudiaba a sus niños olvidada por la administración de turno a la que paradójicamente apenas necesitaba., haciendo de la autosuficiencia su principal virtud, El rey, el presidente, el marqués o el alcalde, la autoridad con todos sus tentáculos a 5 km de distancia apenas interfería en la vida de los 300/400 isleños, de una comunidad cohesionada que marcaba profundamente su acerbo cultural en los diferentes órdenes de la vida desde la alimentación a las enfermedades, los nacimientos o la propia organización social.
Regresé caída la calurosa tarde a Sanxenso a bordo del catamarán y desde la popa acariciado por la placentera brisa de setiembre pensaba en aquellas gentes que entroncadas en las leyendas gallegas probablemente alcanzaron la felicidad sin necesidad de orden ni decretos

EL FASTUOSO RUIDO ENSORDECEDOR DE LA MUERTE

  Conocí a Radi en la embajada de Jordania en Madrid. Era un beduino alto y fornido que inspiraba confianza con su rostro siempre sonriente ...