viernes, 16 de mayo de 2014

LA BATALLA DE ARGEL

Era casi media noche cuando los faros de mi recién estrenado Renault-12 familiar alumbraron la silueta de un hombre que hacía auto stop a la afueras de Oviedo, Volvía a mi casa, solo, después de ver una película en una sala sala de arte y ensayo donde daban por fin, después de años de prohibición y censura, el film de Pontecorvo., la Batalla de Argel; eran tiempos de debate de ideas, de discusión política, de descubrimientos literarios, de toma de conciencia, de vértigo del conocimiento, del saber, del leer, del oir, tardes de  celuloide  que con retraso removia nuestras conciencias aletargadas y adormecidas por años y años de apagón libertario. Supe que era un soldado por el enorme petate que llevaba y no dudé un instante en detener el coche e invitarlo a subir en el momento en que mi cabeza intentaba conciliar, o no, a unos paracas que habian estado la mayor parte de ellos en la Resistencia contra el nacismo utilizando métodos de represión que no reparaban ni en la misma tortura, con unos rebeldes activistas de la casbah que asolaban a sangre y fuego la ciudad de Argel . En aquellos tiempos Eta revindicaba sus atentados terroristas como hechos de armas de un pueblo que se decía sometido y que reclamaba su independencia, ¿era necesario tanto horror para esta causa por muy noble que fuese?, ¿ tanta sangre inocente derramada?, sin embargo aquellos atentados en la ciudad argelina suponían también la legítima lucha de un pueblo por su libertad……. todo un lío en mi cabeza  que de pronto se interrumpió.Me dijo que venía de Zaragoza donde cumplía con el deber patriótico de la mili obligatoria, aquel recluta de pelo al cero de veinte años  había recorrido media España de este a Oeste en un autobús con permiso de sábado a lunes para conocer a su hijo recién nacido en una remota aldea de montaña del occidente asturiano, ahí es nada, unas horas para tomar en sus brazos al bebé, darle un biberón, retozar unos instantes con su esposa, besos apresurados, hola cómo estais abuelos, las vacas bien y  vamos tirando, buenas noches que mañana he de madrugar , a las once sale el autobús para el CIR de Zaragoza. Se me hizo un nudo en la garganta con el relato de aquel joven de cuyo nombre no me acuerdo , creo que tampoco se lo pregunté, le fui interrogando, cómo era su pueblo, a que se dedicaba, tienes permiso de conducir? ¿cómo te las vas a arreglar para continuar el camino?, en el próximo cruce me desvio a Pravia y a estas horas difícilmente vas a encontrar otro coche que se detenga y te invite a subir como yo. Tomé el desvio a la derecha sin detenerme, a lo mejor, pensé, la carretera de la costa al ser más transitada le podría dar más oportunidades de continuar el viaje, el reflejo del cristal que protegia el salpicadero mezclaba los escasos números del cuentakilómetros con el  rostro preocupado del joven recluta, tenia la mirada limpia y una sonrisa inocente y sincera que inspiraba confianza y  ternura, ví a mis hijos dormir plácidamente en la habitación náutica que habíamos comprado hacía pocos días, ví a mi esposa esperarme impaciente sentada frente a la tele en el sofá de orejeras , nunca se acostaba antes que yo, imaginé al recién nacido, a la joven esposa, la única mujer que había conocido, vi a su madre viuda que tejía una chaquetita, vi a su abuelo que regresaba de ordeñar y vi a su abuela cocinar una fayuelas para su nieto del alma que cumplía el servicio militar lejos, muy lejos de la su casina. Mira, muchacho, me has dicho que sabes conducir, que algunas veces bajas a la villa y ayudas a tu hermano en un taller de automoción, así que no apago el motor, ves este portal, en el tercero derecha tengo mi casa, no me hagas preguntas llevate el coche, ah y dale un beso al niño de mi parte. No volví a ver a aquel joven de ojos asombrados detrás del parabrisas. A la mañana siguiente me despertó mi mujer, en la puerta habían dejado una cesta con huevos de aldea, una riestra de chorizos, una saca de fabas y en un dobladillo las llaves de coche con una nota que decía : mis abuelos, mi madre, mi esposa, mi hijo y yo mismo te recordaremos siempre. Gracias. Jamás  he vuelto a ver a aquel soldado , nunca tuve la oportunidad de reencontrarme con él y agradecerle la oportunidad que me había dado de revindicarme como buena persona, de hacerme sentir bien , de  presumir de generosidad, de altruismo…. todo eso me había dado además de los huevos, las fabas y los chorizos caseros,  yo a cambio lo único que habia hecho era dejarle prestado por unas horas un coche. Barato, muy barato me salió dejar satisfecha la conciencia; qué hubiese sido de mí ego de no encontrarme en su camino, cuántos réditos para mi autoestima había conseguido gracias a aquel soldado que surgió de la niebla  . Regreso del corazón a mis asuntos.La Batalla de Argel, una gran película sobre colonialismo, terrorismo y movimientos revolucionarios, la fotografía en blanco y negro, los planos, el ritmo , la interpretación … todo ello excelente… mereció la pena, seguro.    

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